Mons. francesc Conesa Ferrer ha estat ordenat a mans del Cardenal Arquebisbe Metropolità de València i ha pres possessió de la Diòcesi de Menorca, acompanyat de un nombrós grup de …

Mons. Francesc Conesa Ferrer és Ordenat Bisbe de Menorca


Mons. francesc Conesa Ferrer ha estat ordenat a mans del Cardenal Arquebisbe Metropolità de València i ha pres possessió de la Diòcesi de Menorca, acompanyat de un nombrós grup de entre preveres i fidels provinents de Alacant-Oriola, així com també d’altres provincies d’Espanya i com no de la Diòcesi de Menorca.

Aquí trobareu les alocucions del fins ara Administrador Diocesà Gerard Villalonga i la alocució final ja com a bisbe de Menorca, de Mons Francesc Conesa Ferrer i una extènsa galeria fotogràfica.

AGRADECIMIENTO Y BIENVENIDA

Como Administrador Diocesano durante la Sede Vacante me corresponde decir unas palabras de agradecimiento y de bienvenida.

En primer lugar gracias a Dios por cuidar siempre a su Iglesia. Durante este tiempo de Sede Vacante hemos experimentado y palpado la presencia amorosa del Dios, Uno y Trino, que nos ha sostenido con su amor, coincidiendo este tiempo providencialmente con el Año de la Misericordia, que el Señor ha derramado copiosamente en nuestra querida Diócesis de Menorca.

En segundo lugar, gracias al Papa Francisco que se ha dignado proveer el gobierno pastoral de esta Diócesis en la persona de Mons. Francisco Conesa Ferrer. Estamos convencidos de que el Santo Padre no sólo ha buscado un candidato apto para el episcopado, sino al más idóneo entre los posibles para el pastoreo concreto en el aquí y ahora en esta porción del pueblo de Dios.

Esta espera no se ha hecho larga por varios motivos: la continuidad de la programación pastoral preparada por nuestro anterior y querido Obispo, D. Salvador Giménez, las celebraciones diocesanas del Año de la Misericordia y la elección del objetivo para el presente curso, de acuerdo con la Ex. Ap. “Amoris Laetitia” del Papa Francisco: “Valorar, sostener y alentar las familias” (n. 5).

En este contexto, el Colegio de Consultores con el Administrador Diocesano ha procurado en todo momento aplicar una interpretación dinámica del principio “Sede vacante, nihil innovetur”, de manera que ahora puede presentar al nuevo Obispo, una comunidad diocesana unida, viva y organizada, que recibe con alegría sincera y profunda a su Padre y Pastor.

La presencia en esta celebración de un grupo numeroso de Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y seglares procedentes de diversas Diócesis de España, encabezados por el Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo Metropolitano de Valencia, del Cardenal Arzobispo de Valladolid y Presidente de la CEE y del el Excmo. Sr. Obispo de Orihuela Alicante, concelebrantes principales de la Ordenación, nos llena de alegría a todos los menorquines, que les recibimos como Padres y hermanos en la fe.

También nos llena de gozo ver el numeroso grupo de autoridades y otras representaciones de la sociedad, que pone de manifiesto el empeño de todos por alcanzar el bien común, respetando la autonomía de todos y buscando siempre la colaboración de unos y otros en este empeño.

En esta bella Catedral hoy se pone especialmente de manifiesto la comunión y la fraternidad en el seno de la Iglesia de Cristo. Hoy Mons. Francisco Conesa Ferrer toma el timón de esta pequeña y hermosa nave en medio del Mediterráneo; el Espíritu sopla y se despliegan sus velas con el rumor siempre vivo de las palabras del Señor, repetidas generación tras generación: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Sobre la Cátedra, la bella imagen de la Virgen María que presenta a Jesús en el Templo. Sabemos que la devoción mariana está fuertemente enraizada en el hasta hace pocos días Rector de la Basílica Ilicitana. Que la Madre común nos una a todos en el amor y proteja siempre a nuestro Obispo Francesc y a toda la Diócesis de Menorca.

(Palabras de bienvenida en la Ordenación episcopal de Mons. Conesa, pronunciadas por el que ha sido hasta ayer Administrador Diocesano, Mn. Gerardo Villalonga)

Alocución del Mon. Francisco Conesa Ferrer,

Obispo de Menorca

Ciutadella, 7 de enero de 2017

“Mi corazón se regocija en Dios, mi Salvador” (1 Sam 2, 1). Queridos hermanos y amigos: os invito a uniros a mí en esta acción de gracias al Padre, que me ha elegido para cuidar a su familia; al Hijo, con el que he sido configurado para ser pastor de su rebaño y al Espíritu Santo, que me ha fortalecido con su gracia y me ha consagrado para servir a la Iglesia de Dios. Hoy mi corazón rebosa de júbilo y siente gratitud a este Dios que, a pesar de mis flaquezas y de mis muchas debilidades, ha querido contar conmigo y encargarme un ministerio tan extraordinario. Tiene razón San Pablo cuando dice que hemos sido “encargados de este ministerio por la misericordia de Dios” (2 Cor 4, 1). Por eso, ¡cantaré por siempre tu misericordia, Señor!

Siento enorme gratitud a la Iglesia de Dios, cuerpo de Cristo, misterio de comunión, esposa amada del Señor. Gratitud por el don de la fe que recibí a través suyo cuando fui bautizado el 29 de agosto de 1961 en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Elche. Gratitud a la Iglesia de Orihuela-Alicante, en la que fui incardinado el 29 de septiembre de 1985, al recibir el don precioso del sacerdocio. Gratitud a esa Diócesis, a quienes han sido sus Obispos, a mis compañeros sacerdotes y a los fieles cristianos de aquella tierra, a quienes he tenido el privilegio de servir.

Hasta ahora la Iglesia de Cristo ha tenido para mí un rostro concreto, cuyo nombre ha sido “Orihuela-Alicante”. Desde hoy esa Iglesia tiene otro rostro y otro nombre: Menorca. El anillo que he recibido me recuerda que esta Iglesia es mi esposa, a la que debo ser fiel. Vengo a vosotros con espíritu de servicio, dispuesto a gastarme cada día por amor a vosotros y a vivir para este pueblo que se me confía. Os ruego que me acojáis como quien viene en el nombre del Señor. Tened paciencia con mis deficiencias y ayudadme a crecer como Pastor vuestro y vicario de Jesucristo.

Estoy, como proclama mi lema episcopal, al servicio de vuestra alegría. Cuando un corazón ha sido tocado por la misericordia –acaba de recordar el Papa Francisco- produce alegría (MM, 3). Frente al vacío profundo que viven muchos de nuestros contemporáneos, deseo ser testigo de la verdadera alegría, que brota del misterio pascual y que conduce al encuentro con Jesucristo, que sana y llena el corazón del hombre.

Deseo que mi corazón, como también mi casa, esté abierto a todos para acoger, escuchar, aconsejar y ayudar. Abierto, de modo particular, a tantas personas que no cuentan con lo necesario, a quienes la sociedad actual ha dejado en los márgenes, para restituir su dignidad de hijos de Dios.

A los fieles de Menorca os digo que entre todos hemos de edificar la comunión diocesana. Todos hemos sido llamados, consagrados por Dios y enviados a proclamar las obras maravillosas de Dios, que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (cf. 1 Pe2, 4-10). Cuento con todos vosotros para seguir anunciando el Evangelio del Reino y proclamando el nombre de Jesucristo entre las gentes de esta tierra.

Siento particularmente cercanos a los sacerdotes de mi Diócesis de Menorca. Tiene un significado particular que hayamos concelebrado por primera vez la Eucaristía, porque ella es la que edifica nuestra Iglesia y hace que nosotros podamos ser el “Cuerpo de Cristo”. Al servicio de esta Iglesia trabajaré con ilusión junto a todos vosotros, mis colaboradores más estrechos.

También vosotros, diáconos, sois una ayuda extraordinaria para mi ministerio. Habéis sido consagrados por la imposición de las manos y fortalecidos con el don del Espíritu Santo para servir a esta Iglesia con el anuncio de la palabra, el servicio del altar y el ministerio de la caridad.

Cuento con todos los miembros de la vida consagrada, que enriquecen nuestra Iglesia diocesana con la diversidad de carismas y servicios que prestan a la misma. Vuestra colaboración es necesaria para la edificación de nuestra Iglesia.

Y, de una manera muy especial, cuento con los fieles laicos, en cuyas manos está de manera singular la evangelización del mundo actual. Vosotros hacéis presente a la Iglesia en el corazón del mundo y lleváis el clamor del mundo al corazón de la Iglesia. Estoy convencido de que sin un laicado maduro no se puede formar plenamente una Diócesis (cf. AG 21). Es hora de sacar la fe a la calle, de poner a Cristo en el corazón de este mundo. Es la hora de los laicos.

Cuento también con los seminaristas de nuestra Diócesis, que son nuestra esperanza y ánimo, al mismo tiempo que invito a tener la pastoral vocacional como una de nuestras prioridades.

La Iglesia existe para evangelizar. Nuestra Diócesis de Menorca existe para anunciar a Jesucristo entre los hombres y mujeres de esta isla. Al servicio de la evangelización tendremos que poner todas nuestras personas e instituciones, sin miedo a prescindir de todo aquello que no ayude a proclamar el Evangelio e intentando abrir caminos nuevos para llegar al hombre contemporáneo.

Os pido que sigáis orando por mí. Me reconforta especialmente saber que cuento con vuestra oración, porque creo que sólo la oración de la Iglesia puede sostener este ministerio. Pedid al Señor que sea una realidad cada día la configuración con él que he recibido por la ordenación, de manera que mis pensamientos, sentimientos y comportamientos sean guiados por la luz que dimana de Él. Rogad para que toda mi persona se ponga al servicio de la misión recibida de los Apóstoles, como sucesor suyo.

Antes de terminar permitidme que exprese particularmente mi gratitud, en primer lugar, a quienes puedo llamar ya “hermanos” Obispos, pues somos miembros del mismo Colegio y compartimos la misma misión. La imposición de las manos y el beso de paz recibido me hacen sentirme particularmente unido a vosotros. Gracias al Cardenal Antonio Cañizares, nuestro Arzobispo metropolitano, que ha sido el ordenante principal. Al Cardenal Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española. A mi querido D. Jesús Murgui, hasta ahora Obispo mío. Además de “hermano” puedo llamarle también “padre”, porque como tal me ha tratado. Gracias a D. Victorio, D. Rafael y todos los demás Obispos que me acompañáis en este día.

Gracias de manera especial al Administrador diocesano, Mosen Gerard Villalonga, que durante dieciséis meses ha regido fielmente esta Iglesia junto al Colegio de Consultores. Gracias por vuestro servicio; sigo contando con vosotros para iniciar mi ministerio. Me alegro de que un buen número de sacerdotes de la Diócesis estén presentes en este momento, expresando de esta manera la comunión con su Obispo.

Y mis palabras de gratitud se dirigen también a los fieles que me habéis acompañado desde la Diócesis de Orihuela-Alicante y que me traéis el calor de la amistad y la fe compartida. A los compañeros sacerdotes que habéis hecho el esfuerzo de venir. Gracias, porque me hacéis sentir cercano al presbiterio de donde he salido y al que quiero de verdad. A los seminaristas que habéis venido: vosotros representáis para mí a todos aquellos a quienes durante 24 años he estado enseñando. A muchos fieles de la Diócesis, a quienes tuve la oportunidad de tratar y conocer durante los 16 años en que fui vicario general. Y, muy especialmente, a los queridos feligreses de la Basílica de Santa María de Elche. He vivido con ellos tres hermosos años de mi sacerdocio, en los que he sido muy feliz. Os agradezco de corazón vuestra presencia y compañía.

Gracias a mis hermanos y sobrinos, presentes en la celebración, que me traen el calor del hogar donde crecimos y aprendimos a creer, junto con nuestros padres, Paco y Rosita.

Gracias también a las autoridades presentes, autonómicas, insulares y locales así como las procedentes de mi tierra. Vuestra presencia es signo de que valoráis a esta Iglesia de Menorca y lo que aporta en la construcción de nuestra sociedad.

Gracias a los representantes de la Iglesia Evangélica. Si bien la comunión no es completa, son muchos también los puntos de unión y hemos de continuar trabajando juntos a favor de la dignidad humana, orando y dialogando para que el Señor nos conduzca hacia la completa unidad.

Gracias a los medios de comunicación que han hecho posible la transmisión de esta celebración a toda España o que informaréis posteriormente a vuestros lectores. Un saludo muy cordial a todos aquellos que nos han seguido a través de la radio y de la televisión, especialmente a los enfermos e impedidos..

Gracias, finalmente, a los que habéis preparado con tanto esmero esta celebración. Gracias al Cabildo de la Catedral, al Rector de la Catedral D. Josep Manguán, al maestro de ceremonias, D. Joan Miquel Sastre, a la Capella Davidica de la Catedral y al Barítono Joan Pons, etc.

Pido a Santa María en su advocación de Virgen de Monte-Toro, que sostenga mi empeño de configurarme vitalmente con Cristo y de servir a la Iglesia. Asunta al cielo, ella sigue cuidando de los discípulos de su Hijo. En estos días la siento particularmente cercana a mi persona y le pido que me ayude a conducir hasta Jesucristo a este pueblo de Menorca.

Al·locució del Mon. Francesc Conesa Ferrer,

Bisbe de Menorca

Ciutadella, 7 de gener de 2017

“La meva ànima magnifica el Senyor, el meu esperit celebra Déu que em salva” (1 Sam 2, 1). Estimats germans i amics: us convido a unir-vos a mi en aquesta acció de gràcies al Pare, que m’ha elegit per cuidar la seva família; al Fill, amb el qual he estat configurat per ser pastor del seu ramat i a l’Esperit Sant, que m’ha enfortit amb la seva gràcia i m’ha consagrat per servir a l’Església de Déu. Avui el meu cor desborda d’alegria i experimenta gratitud a aquest Déu que, malgrat les meves febleses i de les meves moltes debilitats, ha volgut comptar amb mi i encarregar-me un ministeri tan extraordinari. Té raó Sant Pau quan diu que hem estat “encarregats d’aquest misteri per la misericòrdia de Déu· (2 Cor 4, 1). Per això, cantaré per sempre el vostre amor, Senyor!

Sent una enorme gratitud a l’Església de Déu, Cos de Crist, Misteri de comunió, Esposa estimada del Senyor. Gratitud pel do de la fe que vaig rebre a través seu quan vaig ser batiat el 29 (vint i nou) d’agost de 1961 (mil nou-cents seixanta un) a la parròquia del Sagrat Cor de Jesús d’Elx. Gratitud a l’Església d’Oriola-Alacant, en la qual vaig ser incardinat el 29 (vint i nou) de setembre de 1985 (mil nou-cents vuitanta cinc), en rebre el do preciós del sacerdoci. Gratitud a aquesta Diòcesi d’origen, als que han estat els meus Bisbes, als meus companys sacerdots i als fidels cristians d’aquella terra, als qui he tingut el privilegi de servir.

Fins ara l’Església de Crist ha tingut per a mi un rostre concret, el nom ha estat “Oriola-Alacant”. Des d’avui aquesta Església té un altre rostre i un altre nom: Menorca. L’anell que he rebut em recorda que aquesta Església és la meva esposa, a la qual he de ser fidel. Vinc a vosaltres amb esperit de servei, disposat a gastar-me cada dia per amor a vosaltres i a viure per a aquest poble que se m’ha confiat. Us preg que m’acolliu com aquell qui ve en nom del Senyor. Tingueu paciència amb les meves deficiències i ajudeu-me a créixer com a Pastor vostre i vicari de Jesucrist.

Estic, com proclama el meu lema episcopal, al servei de la vostra alegria. Quan un cor ha estat tocat per la misericòrdia -acaba de recordar el Papa Francesc-, produeix alegria (MM, 3). Davant del buit profund que viuen molts dels nostres contemporanis, vull ser testimoni de la veritable alegria, que brolla del misteri pasqual i que condueix a la trobada amb Jesucrist, que sana i ompl el cor de l’home.

Desitj que el meu cor, com també la meva casa, estiguin oberts a tothom per acollir, escoltar, aconsellar i ajudar. Obert, de manera particular, a tantes persones que no compten amb el necessari, als que la societat actual ha deixat e les voreres, per restituir la seva dignitat de fills de Déu.

Als fidels de Menorca us dic que entre tots hem d’edificar la comunió diocesana. Tots hem estat cridats, consagrats per Déu i enviats a proclamar les obres meravelloses de Déu, que ens ha cridat de les tenebres a la seva llum admirable (cf. 1 Pe 2, 4-10). Compt amb tots vosaltres per seguir anunciant la bona nova del Regne i proclamant el nom de Jesucrist entre els homes i dones d’aquesta terra.

Sent particularment propers als sacerdots de la meva Diòcesi de Menorca. Per a mi té un significat particular que ara haguem concelebrat per primera vegada l’Eucaristia, perquè ella és la que edifica la nostra Església i fa que nosaltres puguem ser el “Cos de Crist”. Al servei d’aquesta Església treballaré amb il·lusió al costat de tots vosaltres, els meus col·laboradors més estrets.

També vosaltres, diaques, sou una ajuda extraordinària per al meu ministeri. Heu estat consagrats per la imposició de les mans i enfortits amb el do de l’Esperit Sant per servir a aquesta Església amb l’anunci de la paraula, el servei de l’altar i el ministeri de la caritat.

Compt amb tots els membres de la vida consagrada, que enriqueixen la nostra Església diocesana amb la diversitat de carismes i serveis que presten a la mateixa. La vostra col·laboració és necessària per a l’edificació de la nostra Església.

I, d’una manera molt especial, compt amb els fidels laics, en les mans dels quals està de manera singular l’evangelització del món actual. Vosaltres feis present a l’Església en el cor del món i portau el clam del món al cor de l’Església. Estic convençut que sense un laïcat madur no es pot formar plenament una Diòcesi (cf. AG 21). És hora de treure la fe al carrer, de posar Crist al cor d’aquest món. És l’hora dels laics.

Compt també amb els seminaristes de la nostra Diòcesi, que són la nostra esperança i ànim; i al mateix temps convid a tenir la pastoral vocacional com una de les nostres prioritats.

L’Església existeix per evangelitzar. La nostra Diòcesi de Menorca existeix per anunciar Jesucrist entre els homes i dones d’aquesta illa. Al servei de l’evangelització haurem de posar totes les nostres persones i institucions, sense por a prescindir de tot allò que no ajudi a proclamar l’Evangeli i intentant obrir camins nous per arribar als nostres contemporanis.

Us deman que seguiu pregant per mi. Em reconforta especialment saber que compt amb la vostra pregària, perquè crec que només la pregària de l’Església pot sostenir aquest ministeri. Demanau al Senyor que es faci realitat cada dia la configuració amb Ell que he rebut per l’ordenació, de manera que els meus pensaments, sentiments i comportament siguin guiats per la llum que prové d’Ell. Pregueu perquè tota la meva persona es posi al servei de la missió rebuda dels Apòstols, com a successor seu.

Abans d’acabar permeteu-me que expressi particularment la meva gratitud, en primer lloc, als que puc anomenar ja com a “germans” Bisbes, perquè som membres del mateix Col·legi i compartim la mateixa missió. La imposició de les mans i el bes de pau rebut em fan sentir-me particularment unit a vosaltres. Gràcies al Cardenal Antonio Cañizares, el nostre Arquebisbe metropolità, que ha estat l’ordenant principal. Al Cardenal Ricardo Blázquez, Cardenal Arquebisbe de Valladolid i President de la Conferència Episcopal Espanyola. Al fins ara el meu estimat Bisbe D. Jesús Murgui, a qui a més de “germà” puc dir-li també “pare”, perquè com a tal m’ha tractat. Gràcies a D. Victorio Oliver, D. Rafael Palmero i tots els altres Bisbes que m’acompanyeu en aquest dia.

Gràcies de manera especial a l’Administrador diocesà, Mossèn Gerard Villalonga, que durant setze mesos ha regit fidelment aquesta Església al costat del Col·legi de Consultors. Gràcies pel vostre servei; segueixo confiant amb vosaltres per iniciar el meu ministeri. M’alegro que pràcticament la totalitat dels sacerdots de la Diòcesi estiguin presents en aquest moment, expressant d’aquesta manera la comunió amb el seu Bisbe.

I les meves paraules de gratitud es dirigeixen també als fidels que m’heu acompanyat des de la Diòcesi d’Oriola-Alacant i que em portau la calor de l’amistat i la fe compartida. Als companys sacerdots que heu fet l’esforç de venir. Gràcies, perquè em feis sentir proper al presbiteri originari i al que estim de veritat. Als seminaristes que heu vingut: vosaltres representeu per a mi a tots aquells als qui durant 24 (vint i quatres) anys he estat ensenyant. A molts fidels de la Diòcesi, als que vaig tenir l’oportunitat de tractar i conèixer durant els 16 (setze) anys en què vaig ser vicari general. I, molt especialment, als estimats feligresos de la Basílica de Santa Maria d’Elx. He viscut amb ells tres anys bellíssims del meu sacerdoci, durant els quals m’he sentit molt feliç. Us agraeixo de cor la vostra presència i companyia.

Gràcies als meus germans i nebots, presents en aquesta celebració, que em porten l’escalfor de la llar familiar allò on varem créixer i rebérem el do de la fe, recordant molt especialment amb els nostres estimats pares Paco i Rosita.

Gràcies també a les autoritats presents: autonòmiques, insulars i locals, amb els qui han vingut de la meva terra. La vostra presència és un signe de la valoració positiva que teniu d’aquesta Església de Menorca, amb tot allò que aporta a la construcció de la nostra societat.

Gràcies als representants de l’Església Evangélica. Allò que ens uneix a aquests germans és molt i hem de continuar treballant junts a favor de la dignitat de les persones, pregant i dialogant perquè el Senyor ens condueixi vers la unitat completa.

Gràcies als mitjans de comunicació que han fet possible la transmissió d’aquesta celebració a tota Espanya o que informaran després als lectors. Una salutació molt cordial a tots els qui ho han vist i escoltat, especialment als malalts i als impedits.

Gràcies, finalment, als que heu preparat amb tanta cura aquesta celebració. Gràcies al Capítol de la Catedral, al rector de la Catedral Josep Manguán, al mestre de cerimònies Mn. Joan Miquel Sastre, a la Capella Davídica de la Catedral i al Baríton Joan Pons.

Deman a la Mare de Déu del Toro que sostingui el meu propòsit de configurar-me existencialment amb el seu Fill i de servir fidelment l’Església. Assumpta al cel, ella segueix tenint cura dels deixebles de Jesucrist. En aquests dies la sent particularment propera a la meva persona i li deman que m’ajudi a conduir vers Jesucrist al poble de Déu que peregrina a Menorca.

Ciutadella de Menorca, 7 de gener de 2017.


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